LITO NEBBIA “Con dos mates estoy como si me hubiera tomado un LSD” Se lo considera el padre del rock nacional, pero no se la cree. De cara a la edición de un nuevo disco y una posible reapertura de La Perla del Once, asegura que siempre quiso hacer eso que hace.
Por Juan Manuel Strassburger para Tiempo Argentino Cada tanto Litto Nebbia, vive una aventura. La última fue en septiembre, cuando una sudestada más fuerte de lo habitual inundó su casa en Tigre, y el artista debió suspender sus actividades (incluida esta entrevista) y pasar la noche en un bar de la zona. “Al día siguiente nos volvimos con Miranda, mi hija, caminando con el agua hasta las rodillas”, relata este hombre que en los años sesenta prácticamente inició lo que luego se conoció como “rock nacional” y que desde entonces casi no descansó. Se convirtió en ídolo teen en Latinoamérica cuando lideraba Los Gatos y no hacía mucho que vivía en una pensión; rompió con todo lo que se esperaba de él y, a contramano de lo que le aconsejaban colegas, productores y parte de su propio público, se arriesgó a sacar discos cada vez más adultos y complejos; se exilió en México por la dictadura y, en lugar de aislarse en la comunidad de argentinos, se vinculó con las costumbres de ese país para profundizar las raíces latinas que desde el principio estuvieron presentes en su música; volvió con el retorno de la democracia y, ante la gelidez de las discográficas, fundó Melopea, su propio sello, con el que hizo escuela de independencia artística y dio cobijo a glorias como Goyeneche, Cadícamo y Virgilio Expósito, cuando ya eran ignoradas por el mercado. Y así hasta hoy. “Siempre me planteé que pasara lo que pasara iba a hacer lo que hago”, dice sonriente, una mañana soleada de octubre, cuando en el cielo ya no hay noticias de aquella sudestada y el horizonte de Nebbia está colmado, cuándo no, de proyectos musicales. En lo inmediato: un nuevo disco de canciones y una posible reinauguración de La Perla de Once, el mítico bar donde Litto, Moris, Miguel Abuelo, Tanguito y Javier Martínez, entre otros, empezaron todo. “Con Los Gatos estuvimos primeros en venta de discos en 21 países, incluidos Costa Rica, El Salvador y Belice”, recuerda. “Tenía 17, 18 años. Pero por suerte, gracias a mis viejos, tenía los pies sobre la tierra, porque tranquilamente podría haberme creído Michael Jackson.” –Siempre hablás bien de tus padres. ¿Qué cosas tomaste de ellos? –Me quedó la convicción de dedicarme a lo que más quiero sin que me coma la cabeza la profesión, como pasa cada vez que un tipo saca un disco y se cree Carlos Gardel. Con mis viejos la cosa era que a lo mejor te puede ir bien, pero que eso no te hace distinto a nada. Además, me dieron la posibildad de elegir. Mientras a muchos de mis amigos les pasaba que sus padres no les dejaban ser músicos, a mí me alentaban. Y en ese momento no me di cuenta, pero fue un privilegio. Todavía hoy veo que muchos discuten con sus padres para elegir lo que quieren hacer. Y eso es terrible, porque a esa resistencia, después le tenés que sumar todas las que tenés apenas salís a la calle. Nebbia cuenta que sus padres también tenían sus diferencias: “Los dos eran músicos, muy intuitivos, muy bohemios. Pero mi padre tenía una cosa muy autodestructiva, podía aparecer una mañana en una zanja y de hecho murió muy joven, a los 56 años. Mi madre, en cambio, era una mujer muy fuerte, con la postura de ir para adelante pese a todo.” –¿Eso tuvo que ver con que no siguieras un camino de excesos como otros compañeros de La Cueva? –Sí, totalmente. A mí siempre me estimuló hacer cosas más que reventarme. Además, yo arranco a la mañana y ya con dos mates estoy como si me hubiera tomado un LSD (risas). –Cuando hace unos años reuniste a Los Gatos y a Los Gatos Salvajes, salieron a la luz varias bandas que se reconocieron herederas de esos grupos, ¿cómo fue encontrarte con esos pibes reivindicando tus primeras canciones adolescentes? –Me gustó, fue una satisfacción enorme. Esos temas son muy simples, pero tienen una dinámica que sigo teniendo. Yo por ahí toco más difíciles, pero el beat, la vibra, cuando los tenés, te quedan para toda la vida. La versatilidad de Nebbia es importante: puede pasar de tocar en el piano una música ciudadana que funde en el free jazz a rasguear en la guitarra una tonada folklórica o un ritmo abolerado. Pero siempre manteniendo esa manera sentida de cantar que lo hace único y esas letras confesionales en las que desnuda su vida y su visión del mundo. “El 95% de las letras que escribo tienen que ver con algo que me pasó. Con algo mío, familiar, o de alguien alrededor mío. No soy de componer a partir de cosas abstractas.” Y respecto de la música popular dice: “Siempre es la misma, lo que cambia son los instrumentos, el formato cultural que por ahí te da la tímbrica del idioma. Pero la improvisación está en todos lados. Por eso, no entiendo cuando me cuestionan que tarareo en los temas. ¿Qué quieren que haga? ¡Sí yo tarareaba así con mi abuelo!” –Te molesta la crítica empedernida... –Sí, sobre todo en el ambiente literario o de pseudo crítica musical. Noto que muchos hacen un esfuerzo por demostrar que son especiales. Por ejemplo, cuando te hablan de los ’60 y dicen que no escuchaban a los Beatles sino a otro y te nombran un grupo rarísimo. Son poses. Cuando a principios de los ’80, Nebbia volvió de su exilio en México, debió afrontar cierto ninguneo por parte de la crítica y el ambiente del rock nacional. Pese a sacar grandes discos durante ese período como Sólo se trata de vivir, 1981 o Llegamos de los barcos (y luego, en los ’90, El hombre que amaba a todas las mujeres), el músico hizo frente a años de más soledad que elogios. Con la persistencia de su público fiel, pero casi invisibilizado por los medios. “Yo estaba orgulloso”, recapitula hoy: “No pensaba que tenía que estar primero en el ránking, pero tampoco que me vinieran a decir que lo que hacía estaba mal o que era una deshonra.” Sin embargo, esa situación empezó a cambiar de un tiempo a esta parte. “Como ven que te mantenés en lo que hacés, te hacés más fuerte. Y muchos terminaron aceptándome.” –Siempre se tomó a Charly García y a Spinetta como dos de los máximas nombres del rock nacional, pero en los últimos años, tu obra empezó a ser valorada a la par de ellos, ¿cómo lo ves? –Bueno, ojalá que no sea tan así. –¿Por qué? –(Silencio). Me parece que lo mejor es que te llegue la dinámica y la estética del tipo que hace música. Porque así como te reconozco que hay mucha gente que no conoce lo que hago, también hay muchos que dicen que les encanta Spinetta y en realidad no lo conocen o no lo escuchan. Pero, claro, como que queda bien decirlo... Para mí no vale tanto eso, lo que vale es que llegues a un lugar y la gente se emocione con lo que hacés, más allá de que no conozca todos los temas. Porque por supuesto que toco “Solo se trata de vivir” o “La Balsa”, pero también temas que ni mi vieja conoce y la gente sale contenta igual. -¿Tuviste problemas para compatibilizar tanta dedicación a la musica con tu vida afectiva? -Sí, me casé cinco veces. (risas). Lo que pasa es que uno trata de buscar una pareja a la que le seduzca lo que uno hace y si es posible que lo ayude, algo que me pasa con mi mujer de los últimos 12 años, que le gusta lo que hago, viaja conmigo de acá para allá, me acompaña. Pero es cierto que en general siempre fue un lío. Pensá que cuando nació mi hija y recién tenía 14 días yo me tuve que ir dos meses de gira y cuando volví, ya era otra nena.
Por Juan Manuel Strassburger para Tiempo Argentino Cada tanto Litto Nebbia, vive una aventura. La última fue en septiembre, cuando una sudestada más fuerte de lo habitual inundó su casa en Tigre, y el artista debió suspender sus actividades (incluida esta entrevista) y pasar la noche en un bar de la zona. “Al día siguiente nos volvimos con Miranda, mi hija, caminando con el agua hasta las rodillas”, relata este hombre que en los años sesenta prácticamente inició lo que luego se conoció como “rock nacional” y que desde entonces casi no descansó. Se convirtió en ídolo teen en Latinoamérica cuando lideraba Los Gatos y no hacía mucho que vivía en una pensión; rompió con todo lo que se esperaba de él y, a contramano de lo que le aconsejaban colegas, productores y parte de su propio público, se arriesgó a sacar discos cada vez más adultos y complejos; se exilió en México por la dictadura y, en lugar de aislarse en la comunidad de argentinos, se vinculó con las costumbres de ese país para profundizar las raíces latinas que desde el principio estuvieron presentes en su música; volvió con el retorno de la democracia y, ante la gelidez de las discográficas, fundó Melopea, su propio sello, con el que hizo escuela de independencia artística y dio cobijo a glorias como Goyeneche, Cadícamo y Virgilio Expósito, cuando ya eran ignoradas por el mercado. Y así hasta hoy. “Siempre me planteé que pasara lo que pasara iba a hacer lo que hago”, dice sonriente, una mañana soleada de octubre, cuando en el cielo ya no hay noticias de aquella sudestada y el horizonte de Nebbia está colmado, cuándo no, de proyectos musicales. En lo inmediato: un nuevo disco de canciones y una posible reinauguración de La Perla de Once, el mítico bar donde Litto, Moris, Miguel Abuelo, Tanguito y Javier Martínez, entre otros, empezaron todo. “Con Los Gatos estuvimos primeros en venta de discos en 21 países, incluidos Costa Rica, El Salvador y Belice”, recuerda. “Tenía 17, 18 años. Pero por suerte, gracias a mis viejos, tenía los pies sobre la tierra, porque tranquilamente podría haberme creído Michael Jackson.” –Siempre hablás bien de tus padres. ¿Qué cosas tomaste de ellos? –Me quedó la convicción de dedicarme a lo que más quiero sin que me coma la cabeza la profesión, como pasa cada vez que un tipo saca un disco y se cree Carlos Gardel. Con mis viejos la cosa era que a lo mejor te puede ir bien, pero que eso no te hace distinto a nada. Además, me dieron la posibildad de elegir. Mientras a muchos de mis amigos les pasaba que sus padres no les dejaban ser músicos, a mí me alentaban. Y en ese momento no me di cuenta, pero fue un privilegio. Todavía hoy veo que muchos discuten con sus padres para elegir lo que quieren hacer. Y eso es terrible, porque a esa resistencia, después le tenés que sumar todas las que tenés apenas salís a la calle. Nebbia cuenta que sus padres también tenían sus diferencias: “Los dos eran músicos, muy intuitivos, muy bohemios. Pero mi padre tenía una cosa muy autodestructiva, podía aparecer una mañana en una zanja y de hecho murió muy joven, a los 56 años. Mi madre, en cambio, era una mujer muy fuerte, con la postura de ir para adelante pese a todo.” –¿Eso tuvo que ver con que no siguieras un camino de excesos como otros compañeros de La Cueva? –Sí, totalmente. A mí siempre me estimuló hacer cosas más que reventarme. Además, yo arranco a la mañana y ya con dos mates estoy como si me hubiera tomado un LSD (risas). –Cuando hace unos años reuniste a Los Gatos y a Los Gatos Salvajes, salieron a la luz varias bandas que se reconocieron herederas de esos grupos, ¿cómo fue encontrarte con esos pibes reivindicando tus primeras canciones adolescentes? –Me gustó, fue una satisfacción enorme. Esos temas son muy simples, pero tienen una dinámica que sigo teniendo. Yo por ahí toco más difíciles, pero el beat, la vibra, cuando los tenés, te quedan para toda la vida. La versatilidad de Nebbia es importante: puede pasar de tocar en el piano una música ciudadana que funde en el free jazz a rasguear en la guitarra una tonada folklórica o un ritmo abolerado. Pero siempre manteniendo esa manera sentida de cantar que lo hace único y esas letras confesionales en las que desnuda su vida y su visión del mundo. “El 95% de las letras que escribo tienen que ver con algo que me pasó. Con algo mío, familiar, o de alguien alrededor mío. No soy de componer a partir de cosas abstractas.” Y respecto de la música popular dice: “Siempre es la misma, lo que cambia son los instrumentos, el formato cultural que por ahí te da la tímbrica del idioma. Pero la improvisación está en todos lados. Por eso, no entiendo cuando me cuestionan que tarareo en los temas. ¿Qué quieren que haga? ¡Sí yo tarareaba así con mi abuelo!” –Te molesta la crítica empedernida... –Sí, sobre todo en el ambiente literario o de pseudo crítica musical. Noto que muchos hacen un esfuerzo por demostrar que son especiales. Por ejemplo, cuando te hablan de los ’60 y dicen que no escuchaban a los Beatles sino a otro y te nombran un grupo rarísimo. Son poses. Cuando a principios de los ’80, Nebbia volvió de su exilio en México, debió afrontar cierto ninguneo por parte de la crítica y el ambiente del rock nacional. Pese a sacar grandes discos durante ese período como Sólo se trata de vivir, 1981 o Llegamos de los barcos (y luego, en los ’90, El hombre que amaba a todas las mujeres), el músico hizo frente a años de más soledad que elogios. Con la persistencia de su público fiel, pero casi invisibilizado por los medios. “Yo estaba orgulloso”, recapitula hoy: “No pensaba que tenía que estar primero en el ránking, pero tampoco que me vinieran a decir que lo que hacía estaba mal o que era una deshonra.” Sin embargo, esa situación empezó a cambiar de un tiempo a esta parte. “Como ven que te mantenés en lo que hacés, te hacés más fuerte. Y muchos terminaron aceptándome.” –Siempre se tomó a Charly García y a Spinetta como dos de los máximas nombres del rock nacional, pero en los últimos años, tu obra empezó a ser valorada a la par de ellos, ¿cómo lo ves? –Bueno, ojalá que no sea tan así. –¿Por qué? –(Silencio). Me parece que lo mejor es que te llegue la dinámica y la estética del tipo que hace música. Porque así como te reconozco que hay mucha gente que no conoce lo que hago, también hay muchos que dicen que les encanta Spinetta y en realidad no lo conocen o no lo escuchan. Pero, claro, como que queda bien decirlo... Para mí no vale tanto eso, lo que vale es que llegues a un lugar y la gente se emocione con lo que hacés, más allá de que no conozca todos los temas. Porque por supuesto que toco “Solo se trata de vivir” o “La Balsa”, pero también temas que ni mi vieja conoce y la gente sale contenta igual. -¿Tuviste problemas para compatibilizar tanta dedicación a la musica con tu vida afectiva? -Sí, me casé cinco veces. (risas). Lo que pasa es que uno trata de buscar una pareja a la que le seduzca lo que uno hace y si es posible que lo ayude, algo que me pasa con mi mujer de los últimos 12 años, que le gusta lo que hago, viaja conmigo de acá para allá, me acompaña. Pero es cierto que en general siempre fue un lío. Pensá que cuando nació mi hija y recién tenía 14 días yo me tuve que ir dos meses de gira y cuando volví, ya era otra nena.
Andrés Ciro será el telonero de Paul McCartney
La productora encargada de los shows informó que el ex cantante de Los Piojos tendrá la oportunidad de abrir los conciertos. Ciro brindará un recital acústico con los temas de su flamante álbum solista, que ya es disco de platino. Andrés Ciro, ante una gran oportunidad El ex líder de Los Piojos será el encargado de abrir los shows que dará Paul McCartney en Buenos Aires. Lo confirmó la productora T4F, encargada de traer al ex beatle al país. Andrés Ciro adelantó que realizará un acústico con temas de su primer disco como solista, titulado “Espejos”. Este material, de reciente aparición, ya se convirtió en disco de platino.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario