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LA GOTERA EN LA WEB

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OCTAVO AÑO DE LA GOTERA DAK POR LA TORRE FM 101.9

26 DE MARZO DE 2011

ESTAMOS DE NUEVO EN EL AIRE CON EL SÉPTIMO AÑO DE LA GOTERA DAK, TE ESPERAMOS PARA COMPARTIR EL MEJOR ROCK EN CASTELLANO A TODOS NUESTROS AMIGOS OYENTES Y LOS QUE SE ATREVAN A SOPORTARNOS. PODES ESCUCHARNOS TAMBIÉN POR INTERNET EN www.fmlatorre.com.ar.
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BIENVENIDOS A NUESTRO BLOG

Hola:

Esperamos que disfruten este nuevo espacio de comunicación, de intercambio de ideas y opiniones.
Recuerden que pueden escuchar nuestro programa los sabados de 18 a 21 Hs. por FM La Torre 101.9 Mhz.
Mensajes de textos al 03822-15384009
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Abrazos.

QUIENES SOMOS

El rock nacional o argentino ya cumplió sus cuarenta años de edad por lo que familias enteras comparten en su casa el mismo sentimiento por este movimiento musical y Cultural que no pasa de moda.-
Un programa especializado en un género musical que va dirigido a un amplio target de oyente que van desde los 12 a 50 años.-
Un programa, que se emite por FM LA TORRE 101.9, la radio que tiene una de las coberturas más importantes de la Provincia de La Rioja.
Un programa, que esta cumpliendo 5 años en el aire y cuenta con un staff de personas especialistas en el tema de distintas generaciones, y sobre todo con mucha pasión por el genero.
PROGRAMA NOMINADO PARA EL PREMIO NACIONAL
FARO DE ORO 2008 AL MEJOR PROGRAMA DE ROCK

I- OBJETIVOS
LA GOTERA DAK, intenta reconstruir, la historia del ROCK ARGENTINO, como un aporte, para que todas las generaciones (en especial las nuevas) tengan la oportunidad de conocer como evolucionaron las raíces de nuestro rock. Quienes fueron aquellos, que han puesto su corazón, su locura, sus ideas, sus ganas, su plata, su tiempo, sus deseos y su vocación, para hacer lo que mejor les saliera; Como, se ha venido transformando, a través de los años y de una generación a otra. Cómo se ha vivido y qué mensajes ha ido dejando a los jóvenes, desde una visión crítica del fenómeno tanto es sus aspectos musicales, sociales y del negocio.-
Abrimos nuestro espacio como ámbito de debate, sobre la relación del rock, con la política, las turbulencias sociales, sus contradicciones internas y externas, tratando de difundir aquellas expresiones musicales que no tienen espacios en los medios comerciales, con una actitud critica – constructiva, evitando caer en la ceguera, lugares comunes, justificaciones y actitudes meramente promociónales, en síntesis analizarlo como una actitud abarcativa, de connotaciones múltiples, no solamente como un genero musical.-

II- FICHA TECNICA DEL PROGRAMA

MEDIO: LRJ 315 FM LA TORRE 101.9 (Provincia de La Rioja) y 98.5 (chilecito y zona de influencia).- Cobertura para toda la Provincia de la Rioja y parte de Catamarca.-
DIA Y HORA: Sábados de 18 a 21
CONDUCCION: Mariano Gorno
CONTENIDOS Y COMENTARIOS: Gustavo "Pez" Pereyra
PRODUCCION: Mariano Gorno, Gustavo Pereyra
PRODUCCION EN ESTUDIOS: Lic. Raul Andres Hermosilla (lic. Hermosura)
CAMARAS EN RECITALES: Raul Hermosilla (lic. Hermosura)
IDEA ORIGINAL Y PRODUCCION GENERAL:
Gustavo Pereyra
Mariano Gorno
Alfredo Fuentes
IMITADOR: MAXI GONZALEZ
VOZ ARTISTICAS: JUAN ORMEÑO
REALIZACION: Radio y TV Riojana – FM LA TORRE
OPERADORES DE TURNO:
MIGUEL “MIGUELUCHI” FUENTES
MARIO “El Nostálgico” RUARTE

CONTACTO: 03822-15562885 / 15633914 / 429894 - Sábados Radio 430299 / 422149 - lagoteradak@yahoo.com.ar, gustavo372000@yahoo.com.ar, mariano_gorno@hotmail.com

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28 agosto 2009

OPINIONES SOBRE CROMAÑON

SOBRE MANAGERS Y AMIGOS

"Necesitamos en quien confiar"

Por Andrés Calamaro

El manager es una figura legendaria. Las relaciones de amor-odio entre managers y “artistas” serían dignas de un relato de Willy Shakespeare. Existe al manager-amigo, que llega del barrio con los músicos, o es alguien de confianza de alguien. Existe el manager “big fish”, esa vieja escuela de managers paternalistas que convertían el carbón en diamantes en almíbar. Existen managers corruptos que cuidan sus intereses con demasiado cuidado, que tejen debajo de la mesa los acuerdos discográficos, pues en los managers se depositan confianza y activos. Asimismo habría que diferenciar entre el “road manager” (que organiza la gira, que viaja con la banda), el “personal manager” (que también ordena los asuntos propios de la contabilidad y la infraestructura diaria de un “artista”) y el anteriormente citado “big fish”, que es el CEO de una “oficina” de managerato. No hay que descartar cierta sensibilidad artística, una influencia intelectual, y otras capacidades que permiten al manager ponerse al frente de la tarea que corresponda: desde llegar a destino, cobrar, que todo resulte, etcétera. Lo cierto es que todos necesitamos alguien en quien confiar, y muchas relaciones (de managerato musical) no están detalladas en ningún contrato. El “manager amigo” gestiona los primeros pasos, será quien tenga que enfrentarse (o adaptarse) a “la oficina”, a la “compañía”. Puede ser traicionado, puede traicionar, puede corromperse como cualquiera.

Mi primer manager fue Pepe Vinci. Cuando lo conocí vivía en un modesto departamento cercano a la avenida Santa Fe, y me invitó a cenar salchichas con puré de arvejas. También estábamos juntos cuando nos detuvieron los “civiles” de toxicomanía y nos llevaron a “Huergo”. Detenido y de cara a la pared, Pepe me susurró el teléfono de Joe Stefanuolo. Conseguí memorizarlo y, cuando salí (era menor de edad y después de unos sopapos era cosa de encontrar un adulto que me pase a buscar y respirar la libertad en el colectivo de vuelta a casa), lo llamé para que “libere” a mis compañeros.

Para mí ya se terminó “la era del 30 por ciento”. En algunos casos, el manager cobra el 30 por ciento del cachet, después se descuentan los gastos, y lo que queda se reparte entre los músicos; de esta forma, el manager siempre tiene mejor coche y mejor ropa, pero los tiempos cambian y los músicos aprendemos de nuestros errores y de nuestro instinto (y del de otros). Los Vitale “transmiten” los principios artesanales de la independencia discográfica a Patricio Rey y treinta años después sigue siendo un ejemplo intacto de independencia ética y estratégica, y un caso único en el mundo mundial.

La figura del manager se expande hacia el área discográfica, oficiando de intermediario y productor ejecutivo, hacia el patrimonio editorial (legalmente plausible), hacia los presupuestos de publicidad, etcétera... Nuestra historia también es la de nuestros managers: desde el editor Jorge Alvarez, fundador del sello Mandioca y de la movida cuevera organizada, su “delfín” Oscar López, el legendario Daniel Grinbank, Alberto Ohanian (el visionario que expandió los lindes del rock argentino a toda la América), hasta nuestros días de PopArt, una compleja estructura liderada por el carismático Roberto Costa.

Todos los mencionados, entre otros (Pierre, Pity, Ares, etc.), colaboraron con la existencia misma del movimiento, con la existencia pura de los grupos y su música, es imposible imaginar al rock argentino (el rock nuestro de cada día) sin el concurso de los managers. Pero la ocasión hace al ladrón, algunos tenemos el culo limpio y otros menos. Los “artistas” pueden ser infantiles descerebrados, bohemios, adictos o estrategas elegantes, cada uno tiene un “imperio romano” en el pantalón... o un cohete.

Como ocurrió en Cromañón... ¡fue un fuckin’ cohete! No puedo señalar las responsabilidades, porque no estoy debidamente informado. No me consta que exista un crimen siquiera, acaso una imprudencia o un accidente fatal; se habla de “los autores intelectuales” del affaire de las bengalas y el fuego, de una puerta abierta y otra cerrada. La peligrosidad y la inseguridad genéricas también son derechos humanos; el soborno, la debilidad de las infraestructuras, la vista gorda, son folklorismos que aceptamos como parte de la cultura criolla (la viveza, en este caso). Dudo mucho que todo el peso de la condena “tenga” que caer sobre los hombros de Omar Chabán, el manager y no sé quién más. Otra vez no hay vencedores ni vencidos, sospecho que la Justicia es ciega pero corta de vista, ni siquiera tengo una opinión formada (rígida) con respecto a esta tragedia que ensombrece los recuerdos y la realidad. Claro que puedo ponerme en el lugar de aquellos que perdieron familiares o amigos: tengo una estructura moral, tengo familia y tengo amigos; sé lo que es perder. Nuestro país ya soporta una pesada carga de dolor y metafísica: los asesinados en la dictadura, que no son muertos, ni están vivos. Sin cementerios donde llorarlos. La punta del ovillo, la bola de nieve... Hay demasiados culpables, tantos como enemigos. En el trágico caso de Cromañón ocurre algo similar, la cadena de responsabilidades es larga, se ramifica y se extiende; sufrimos la inocencia y encontrar tres culpables se nos atraganta. Es impensable que Omar Chabán haya sido condenado a veinte años de prisión, que haya pagado dos años esperando este resultado. Tiene dimensiones bíblicas. Quizá deberían crucificarlo con dos motochorros y que todo se termine; así podemos seguir viviendo tranquilos hasta el próximo incendio, hasta que no queden mangueras para pisarnos entre bomberos.


LOS MANAGERS, ANTES Y DESPUES DE LA POLEMICA SENTENCIA SOBRE CALLEJEROS

¿QUE ES UN MANAGER? ¿UN ENTE HUMANO SEPARADO DE LOS ARTISTAS POR UNA MAMPARA INFRANQUEABLE O UN PERSONERO QUE LEGITIMA SUS DECISIONES LUEGO DE UN CONSENSO? “ACA, LOS MANAGERS TENDRIAN QUE LLAMARSE SECRETARIOS”, DICE MUNDY EPIFANIO.

Por Cristian Vitale para suplemento NO Pagina 12

Puede que, en ciertos productos masivos, la figura del manager dé con la imagen del hombre que opera en las sombras. Que baja de un pedestal para leerle al músico –o algo así– el manual de instrucciones para triunfar en la picadora de carne, y llevarse los morlacos. Mambrú, Bandana, Ricky Martin o los Jonas Brothers sabrán contarlo mejor, pero el rock en sí –y el rock que se autoasume independiente– se mueve en otra dimensión. Es, en teoría, horizontal y participativo. Si el músico no es amigo del representante, al menos lo incluye como una parte esencial que da movimiento a la máquina. El músico siempre sabe lo que el manager hace. No le firma un poder total y se desentiende. Es corresponsable en las buenas, y también –debería serlo– en las malas. Músicos y managers son, y mucho más en el rock de presumida ralea independiente, algo así como amigos. Socios de confianza. Casi indisolubles. Nadie, a esta altura, podría pensar a Los Redondos sin la Negra Poly; o a La Renga sin el Gordo Gaby, que incluso –damos fe– participa en las notas periodísticas como un músico más; o a Divididos sin Jorge “Killing” Castro.

Por otro, el manager jamás se mueve en abstracto. Opera en un contexto colectivo, global, que implica costumbres, ritos, pertenencias, necesidades, preferencias y referencias. Interactúa dentro de un estado de cosas dado del que músicos, público, bolicheros, productores, patovicas y otros actores son parte. A su forma y en su rol, pero es parte. Se mueve como puede. Negociando. Negando y concediendo. Consultando y discutiendo. Transando o accediendo. Protegiendo o corrompiendo.

Aunque no es de incumbencia periodística dictaminar justicia, el fallo sobre Cromañón desestima la verdadera proporcionalidad entre los actores en juego. No se discute si 18 años es mucho, poco o nada para Diego Argañaraz, el manager de Callejeros. O para Chabán. O para quien sea. Pero, ¿Argañaraz es el Diablo y Fontanet, Dios? ¿18 a 0 no se parece a una goleada por falta de arquero? ¿Es negro y blanco sin grises? ¿Argañaraz arrió a los músicos como vacas al corral? ¿Les adornó el salón con velitas de fuego como si fuera una fiesta sorpresa? Esto no tiene nada que ver con las condiciones de independencia, horizontalidad, amistad o cercanía de las que los músicos –incluso Callejeros– se jactan –o se jactaban– antes del diario del jueves. Las pocas veces que el NO intentó comunicarse con la banda para hacer una entrevista –antes de la tragedia–-, la respuesta del propio Argañaraz fue automática: “Los chicos dijeron que no quieren dar notas a los medios que le dieron la espalda”. ¿Acaso no era una decisión consensuada o era un capricho de Argañaraz? ¿Se puede sindicar al manager en desgracia como único responsable, sólo por la fuerza formal de un gancho?

Sin ser expertos en leyes, huele a relación proporcionalmente perversa que al manager le hayan caído 18 años de sombra encima, y ninguno a sus músicos. El caso es que la condena desengancha un abismo a los músicos del representante. Aun con la vista gorda de Argañaraz ante las dos bolsas de pirotecnia que la Familia Piojosa dejó debajo del escenario; o con la displicencia “de piola argento” de “dejar hacer a los chicos”; o con el poder de decisión sobre los lugares en los que el grupo debía actuar; o con el hecho de haber sido echado a las piñas por los músicos; por sus pretensiones de “vender” a Callejeros como un espectáculo integral; o con las mochilas sin revisar, su comprometida agenda pirotécnica y los invitados de El Fondo no Fisura. “Yo creo que ese pibe –Argañaraz– no estaba capacitado para llevar adelante ese barco, con el peligro que condecía ese barco. Ni en pedo. El que no sabe es como el que no ve, decía mi abuela. Es como el que come todo el día pancho y hamburguesa, desconoce el 90 por ciento del sistema alimenticio, ¿no? Ahí está”, dice al NO el experimentado Mundy Epifanio, que hace casi 30 años debió lidiar con la organización de los problemáticos recitales de Riff y hoy representa a Todos Tus Muertos y Attaque 77, además de organizar los recitales de Bersuit Vergarabat, Ratones Paranoicos y Gustavo Cerati en España.

Epifanio descree que en la Argentina se aplique bien el significado de manager. “La palabra está mal traducida aquí. Manager es algo así como un gerente o un encargado, cuando aquí, en realidad, el 95 por ciento de los artistas tiene secretarios, no managers. Entonces, si una persona es secretario, no puede decir que no. Los que se autodenominan managers, porque la palabra suena lindo, porque es extranjera, en realidad tendrían que llamarse secretarios. Dicen todo que sí y esto afecta directamente a la producción de los eventos, porque desde el seno del grupo hay muchas divergencias, no hay una conducción. Es como un equipo de fútbol sin director técnico, donde el cuatro quiere jugar de ocho, el arquero quiere patear los corners y ese quilombo se traduce en irresponsabilidad de producción, en negatividad de acciones y en un freno al desarrollo del artista, cuando no termina en una tragedia. Para mí es un problema de definición, y un problema de prejuicios, porque las bandas en la Argentina se resisten a pensarse como pequeñas empresas, los músicos quieren seguir siendo bohemios, irla de loquitos sueltos y, como tales, no entienden que tienen responsabilidades; entonces pasa lo que pasa, ¿no?”

Fausto Lomba hace 12 años que cumple el rol en Catupecu Machu. Dice: “Hay distintos tipos de manager; están los gerenciadores, que son los que hacen lo que la banda quiere y que para mí representan el 80 por ciento de los casos en la Argentina. Son los que acatan órdenes de los músicos y actúan en consecuencia. Pero en mi caso, con Catupecu Machu tenemos una concepción diferente. Somos amigos desde chicos y el nivel de consenso entre nosotros es mucho mayor que la media; discutimos todo, y después, en el caso de que el show sea grande, lo defendemos en el contrato con la productora. De cualquier manera, el manager jamás va a hacer algo que el artista no quiera. Eso está claro”.

Lomba recurre a la alegoría simbólica del elefante blanco. Puede ser, el elefante, una mina en bolas, un porro gigante o una ametralladora. Para el caso da igual. “A ver... si yo quiero meter un elefante blanco en un show, primero me tengo que poner de acuerdo con los músicos, porque el manager nunca va a hacer algo que el artista no quiera. Después, tengo que consensuarlo con los productores y ver cuáles serían los beneficios o no de poner el elefante blanco en determinado contexto. Hay que estar atentos sobre el lugar donde tocás y dónde ponés el elefante, porque el lugar lo elegís vos, nadie te lleva de los pelos. Si elegís un lugar, te tenés que hacer responsable del lugar que elegiste. Una vez, Fernando (Ruiz Díaz) amenazó con levantar un show en Obras si no ponían goma espuma en las vallas, para que los pibes no se golpearan. Ojo, los imponderables siempre están, sólo se trata de llevar el riesgo al mínimo.”

Roberto Cosseddu, manager-amigo de los Horcas, habla de dos modos de trabajo. Uno estrictamente profesional: la administración de cuentas y fechas, un rol más cercano a lo funcional que a lo humano. Y otro más relacionado con lo personal, a la criolla. “Acá pasa que algún amigo lo hace de onda y, si funciona, se genera una relación de dependencia. Cuando esto sucede, el manager adquiere preponderancia y debe saber adoptar decisiones por más difíciles que sean y hacerlas valer, porque el artista a veces sólo atiende su mundo. El trabajo del manager es bajarlo a tierra... contener, escuchar, aconsejar y entender al artista porque su sensibilidad es diferente al resto y es precisamente esa sensibilidad lo que lo hace diferente. ¡No es difícil ser el jefe del jefe!”

Desde el lado de los músicos, pocos admiten la situación de desenganche. Como el Vasco, baterista de MAD, y el Tano, baterista de La Mancha de Rolando, Sebastián Bereciartúa –hijo de Vitico– cumple el dual rol de músico-manager en Viticus. El reconoce la existencia de bandas “grandes” en las que el músico no sabe cómo es el lugar donde va a tocar. “Recibe su parte y hace su trabajo: tocar.” Pero, en su caso, dice que no existe decisión que no consulte con sus compañeros de banda. “Si alguna vez nos pasara algo o tuviéramos algún tipo de inconveniente, seríamos todos igualmente responsables. Aunque me toque firmar a mí, las cosas las hacemos entre todos.”

Otro ejemplo es el de Adrián Barilari, histórico cantante de Rata Blanca. “No existe un manual de manejo entre músicos y representantes. En mi caso, lo fundamental es que se firme un contrato para establecer las pautas que se van a llevar a cabo después. De allí surgirán las facultades que el artista le otorgue a su manager y las que éste deberá cumplir, pero considero que el artista debe monitorear siempre los pasos de su representante para estar al tanto y de acuerdo en cosas que surgen en estos negocios que poco tienen que ver a veces con lo artístico.”

Puede contemplarse la autocrítica –nacida del dolor– que llevó a Maximiliano Djerfy a abandonar Callejeros “a las piñas” (“No deberíamos haber tocado esa noche”, dijo alguna vez), pero cuesta creerle que ellos sólo se subían al escenario y tocaban, que se mantenían al margen de los pormenores de esos shows integrales. Es cierto: Callejeros corrió con la maldición de un estado de cosas mayor, que podría haberle caído a un sinfín de bandas de aquel entonces. No pueden ser considerados asesinos (ni ellos, ni el manager, ni Chabán). Pero los 193 muertos fueron allí, en Cromañón, en “su” recital, y las bengalas, como en decenas de recitales de otras bandas, no entraron solas. Es inútil negar responsabilidad, al menos. Reconocerla para limpiarse por dentro, más allá de las rejas. Hay una sentencia moral que está esperando: el infranqueable poder de la conciencia, esa abuela que regula al mundo, como decía el gran Flaco Spinetta, un rockero de los que ya escasean.

Una primavera de primicias rockeras florece en los jardines del NO. Atención solidaria: fans ricoteros convocan a donar ropa, calzado, alimentos no perecederos, pañales y frazadas en el concierto que el Indio Solari dará el 19 de septiembre en Salta. Atención piojosos: mientras completa el plantel de su nueva banda, Andrés Ciro ya comenzó las sesiones de grabación para el que será su primer disco solista.


La culpa de Callejeros

28.08.2009 – Fuente: Critica Digital

Eran la banda del momento en diciembre de 2004. Celebraban despreocupados el fin de un año que los había consagrado. A imagen de sus admirados Redonditos de Ricota, la banda de Patricio “Pato” Santos Fontanet hacía gala de los shows más bengaleros del rock chabón. Sin embargo protagonizaron la terrible noche que marcó para siempre a la banda, a una generación y lo que quedaba del rock argentino, un movimiento nacido en el siglo XX como contracultural y crítico del estado de las cosas. Para entender ese viaje de cuarenta años hacia la tragedia, escriben hoy Miguel Cantilo, un referente indiscutido del rock en español, y dos periodistas del diario: Sergio Marchi, una de las voces más autorizadas sobre el género en la Argentina, y Christian Sánchez, coautor del libro Omar Chabán. Cuando el arte ataque. Tres hemisferios distintos no tan distantes y una banda de rock. Con ustedes, las reflexiones.

La teoría del libre mercado

Miguel Cantilo

Cuando se generó un éxito de convocatoria de las proporciones alcanzadas por el grupo Callejeros, antes del drama que potenció aún más su fama, se excedió el límite de lo musical. Desde entonces no estuvimos en presencia de un simple conjunto de rock sino de una empresa. Me parece importante analizar a Callejeros como una empresa comercial que brinda un servicio musical por el que factura dividendos que muchas pymes soñarían recaudar. Por este motivo toda la estructura que rodea a esta empresa se mueve con los códigos del show business, con objetivos de marketing y una asesoría letrada calificada como para defender su negocio con suprema habilidad. No me toca a mí juzgarlos por la tragedia de Cromañon porque es una tarea para la cual hay que sumergirse en un océano de pruebas, testimonios y coartadas que corresponde estudiar a juristas especializados. Se puede estar o no de acuerdo con el veredicto del Tribunal que los eximió de culpa, pero es inútil tratar de emitir un veredicto propio sin tener acceso a las miles de fojas de la causa. Porque el sentido común no basta para explicar tanta desidia, tanta negligencia por parte de los diferentes actores.

Lo que puedo percibir es que Callejeros es un gran negocio musical cuyos componentes, como en la mayoría de las empresas, priorizan la rentabilidad a cualquier precio. La prueba más contundente es que, habiendo sido exculpados por el Tribunal, van por más en la búsqueda de jugosas indemnizaciones. La meta fundamental de toda empresa es aumentar sus ganancias y la música, en este caso, es sólo la materia prima alrededor de la cual una rueda de socios obtiene sus beneficios. Pero por eso, puntualmente, no se los puede culpar. Es lo que han asimilado del sistema imperante. Un lucro voraz sin escrúpulos en una sociedad que idolatra el dinero. Eso se aprende hasta en la calle. Proyectos comerciales de todo tipo rayanos en la ilegalidad pululan en nuestras ciudades amparados por un estilo mafioso que baja como mandato desde la política, los gobiernos, los sindicatos, las prepagas de salud, los multimedios, y una variopinta fauna de malevaje social. Hoy día la mayoría de las exitosas bandas de rock son empresas y en algunos casos los músicos son socios mayoritarios, en otras, empleados asalariados y en otras tienen otros oficios para su sostén ya que lo que los “dueños de la banda” les pagan no les alcanzaría para vivir. Se suben al escenario sólo por el irresistible placer que les brinda la fama.

El eslabón podrido que quiebra la cadena lógica está en quienes deben poner límites a empresas de cualquier índole que no reparan en daños a terceros para solventar su negocio. Si el Estado no pone coto a las empresas que destruyen el medio natural, las mineras que envenenan las napas, las sojeras que pampeanizan los bosques, las fumigadoras que enferman pobladores, los laboratorios que imponen a través de amenazas placebos y vacunas dudosas, por citar algunas, ¿por qué habría de controlar a una empresa de entretenimientos festejada por sus seguidores? Es la teoría del libre mercado aplicada por la libre mafia. Esto otorga luz verde a los músicos-empresarios para arrear como ganado a su tropa y hacinarla donde le resulte más provechoso. El modelo está dictado desde Los Redonditos de Ricota, eso se percibe hasta en la música de Callejeros que, al momento de la tragedia, era una mala imitación de los Redondos. Sin embargo Redonditos hubo uno solo. Su idea de prescindir de los mecanismos habituales y elaborar un negocio independiente, autónomo y autogestionado fue un experimento conducido inteligentemente por personas que conocían desde la génesis el movimiento de rock argentino y a pesar de haber tenido tropiezos con la represión, como en el recordado caso de Walter Bulacio, supieron llevar con habilidad su monstruosa convocatoria. Posiblemente una de las razones de su separación haya sido encontrar ese límite que las empresas irresponsables no olfatean. Cuando el marco de seguridad, de previsión, de sensatez, se ve superado por las ansias empresariales de facturar, surgen los fenómenos como guarderías infantiles en baños públicos, vándalos subiendo al escenario a robar equipos entre la humareda y las llamaradas, complicidad y ausencia de la policía y las autoridades municipales. En fin: caldo de cultivo para el drama que marcha, como de costumbre, detrás de los acontecimientos. Cuando el desastre ya ocurrió surgen las reclamaciones, la búsqueda de culpables y ese lugar común: “deslindar responsabilidades”. Pero para entonces el daño está causado, las muertes destrozaron familias y voltear un intendente no basta. Tampoco dejar sin trabajo a miles de músicos y actores cerrando salas porque no reúnen sorpresivos requisitos que jamás anteriormente habían parecido necesarios.

En todo este panorama lo que va en el vagón de cola es el hecho cultural o artístico. Presenciamos transacciones cuyo manejo de numerosa clientela ha quedado fuera del control de las autoridades regulatorias . ¿Concierto? ¿Recital? ¿Festival?

Son todas etiquetas que se sirven de formas de aceptación popular generalizada para facturar en alta escala soslayando los riesgos colaterales. Las huestes que acuden a los Tribunales a apoyar al grupo en su defensa no son otra cosa que consumidores cautivos de un producto hábilmente promocionado y comercializado. Son las leyes del mercado. No hay fuego sagrado, no hay mística alguna. Sólo estamos frente a un grupo de eficientes profesionales cuyo objetivo es incrementar el flujo de público, no importa dónde, ni cómo, ni gracias a qué desgraciado disparador de fama, para continuar ganando dinero. Es la libre empresa aplicada salvajemente, con un cuenta ganado en una mano y una botella de ginebra en la otra. Se culpa a la droga pero testigos presenciales de la tragedia me relataron que, aquel nefasto día, ya desde los trenes que descargaban multitudes en Plaza Miserere se podía apreciar la alcoholización general. El abierto consumo de bebidas alcohólicas exacerbado por el intenso calor y la sed fue causal directo del empleo de bengalas bajo la media sombra, una actitud demencial y autodestructiva que ningún ser humano en sus plenas facultades podría permitirse. La venta de ese tipo de bebidas es parte fundamental del negocio y cada detalle nos regresa al mismo punto. Nuestra sociedad está deificando la capacidad de ganar dinero. Cada riff de la guitarra, cada nota emitida por el cantor, cada grito de la multitud tiene su precio.

Aunque no se vea, cada canción, cada ritual masivo de rock nace con su propio código de barras en el orillo y detrás hay un contador registrando el impuesto que su público debe pagar por pertenecer a la tribu. Aunque ese impuesto a veces sea la vida misma.

No entendieron nada

Christian Sánchez

Cuando Seru Girán volvió en 1992 y se presentó en la cancha de River, a pocas cuadras –en Obras– Soda Stereo presentaba el disco Dínamo. Por aquellos años ya era famosa la dicotomía entre Soda y los Redonditos de Ricota, pero una parte del público de Seru intentó abonar una nueva y anacrónica disputa. “Y ya lo ve, y ya lo ve, es para Soda que lo mira por tevé”, gritaban. Pedro Aznar, se acercó al micrófono y dijo: “Nosotros también los vemos a ellos por tevé, porque nos gusta mucho lo que hacen”, el desconcierto de la gente duró sólo unas milésimas de segundo hasta que reaccionaron, cambiaron de opinión y comenzaron a aplaudir las palabras del músico. Fin de la polémica.

¿Qué tiene que ver esto con Callejeros? Mucho, porque demuestra la influencia que los artistas tienen sobre su público.

La banda liderada –aunque ahora parece que no– por Patricio Fontanet fue parte de ese fenómeno en donde el público de muchos grupos se transformó en barrabravas, en donde tener la remera de otra banda podía generar una pelea, en donde todos competían para ver quién la tenía más grande, con sus banderas, cánticos y, claro, pirotecnia que los colocara como “el público más macho del rock”.

La tendencia comenzó en la década del noventa, en tiempos en los que se terminó de profundizar la desculturización que se llevó puesta a una generación y pico –y que si seguimos en este sendero, se llevará otra más–. En esos tiempos, las bandas de cumbia llegaron para correr al rock de la escena y de su podio como la música popular más convocante. De ahí también la vuelta de grupos clásicos a los escenarios, nada parecía movilizar más a la gente que las bandas y solistas que se habían hecho grandes en las décadas anteriores, y que habían hecho grande al mismísimo rock.

Para finales de la década infame, el que había sido el movimiento rockero más importante de la música en español, no parecía tener nada nuevo para ofrecer hasta que algunas revistas –recuerdo una nota en Rolling Stone– comenzaron a hablar del rock “chabón” o “barrial”. Chicos que se autofinanciaban, que estaban en contra de la industria –hasta que apareció la guita– y que se mostraban como la salvación del movimiento.

Así aparecieron una tras otra, hasta que llegó Callejeros, que a fuerza de (intentar) copiar a los Redondos, creyeron que podrían también calcar la mística de la banda. Pero lo que revivieron fueron los errores del grupo, los estigmas, todo aquello que convirtió a los seguidores de los Redondos en una suerte de tribu incondicional, pero también sin límites. Mundy Epifanio, un mítico manager del rock nacional, un día me explicó por qué siempre sostuvo que la principal responsable era la banda: “Ellos generaron el propio monstruo, cuando sacaron el video Masacre en el puticlub, eso fue detonante y generó que todos los pibes hicieran lo que veían ahí; por algo al público en Estados Unidos lo llaman el monstruo de las mil cabezas, porque consume lo que vos le das, y si lo que vos le das es eso, porque a vos te gusta, lo van a hacer, y después lo van a generar solos”. Su teoría fue compartida por los propios integrantes de los Redondos.

A diferencia de la banda del Indio Solari, Callejeros nunca pudo sostener desde el punto de vista artístico su creciente masividad. Nunca podría haber llegado muy lejos, si no le hubiera tocado un momento en el que el rock nacional poco tenía para ofrecer. Ni las letras, ni la música, ni ellos como instrumentistas, ni Fontanet como cantante estuvieron a la altura de su popularidad. Pero como en el país de los ciegos el tuerto es rey, ellos se convirtieron en una banda convocante y, de a poco, mediática. Vale aclarar que lo mismo pasó con otros grupos que formaron parte de esa movida.

Como reemplazo de sus carencias artísticas, fomentaron el afán del público por compartir el protagonismo con los grupos. Y así, empezaron a jactarse de ser “la banda más bengalera del rock”, lo que les trajo dos denuncias –una en Obras y otra en Excursionistas–, porque si a la gente no le dejaban entrar las bengalas, ellos se encargaban de “hacer que las pasaran”. La misma precariedad la trasladaron a todo el resto de sus manejos, creyendo que sin experiencia –ni de ellos ni de su manager– podían afrontar desafíos como hacerse cargo de la seguridad de un concierto.

Con dos denuncias encima, Callejeros –y muchos otros– siguieron con la –si se me permite– estupidez de tolerar y alentar el uso de las bengalas. “Era normal en los recitales”, dijo su ex guitarrista hace unos días; “nunca nos dimos cuenta de que algo malo podía pasar”, señalaron varios “ingenuos” periodistas. Mentira. Una cosa son las bandas que se hicieron cargo, admitieron el error y pidieron disculpas luego de la tragedia de Cromañón; otra muy distinta es seguir haciéndose el boludo. “En recitales hasta de Charly García y Soledad prendían bengalas. También en el Gran Rex”, dijo el mismo personaje. Otra mentira. Cualquiera que haya asistido a un recital en el Rex sabe que mucho antes de Cromañón no permitían siquiera prender un pucho. Tampoco es cierto lo otro. Desde el año 90 he ido a ver casi todos los recitales de García y las pocas veces que alguien atinó a encender una bengala, era candidato a ganarse una trompada del que tenía al lado. El propio Gustavo Cerati tocó en Costanera, gratis y al aire libre, el 20 de noviembre de 2004, durante el show alguien prendió una bengala y sucedieron varias cosas interesantes: la primera es que los músicos ignoraron el “ritual”, la segunda que todos se abrieron y lo dejaron solo mientras lo puteaban; no nos entraba en la cabeza esa impericia. Poco más de un mes después, ocurría lo de Cromañón.

Y no es que los que nos dimos cuenta del peligro y pedíamos que las apagaran éramos más vivos que los demás, sino que se trataba del simple sentido común –¿les suena?, sentido común–. Después querían saber por qué Chabán pidió que no encendieran bengalas –y mucho menos las candelas que escupían 90 bolas de fuego de 1.250 grados de temperatura, que derritieron los paneles acústicos más caros del mercado–, no era un vidente; lo que cuesta entender es cómo los que más tarde se rasgaron las vestiduras diciendo “no nos dábamos cuenta”, precisamente, no se dieron cuenta. Si hasta en la entrada del boliche había un cartel que prohibía el ingreso de pirotecnia.

Pero nadie fue, todos los que iban a recitales y prendían bengalas eran carmelitas descalzas, igual que quienes lo incentivaban como si fuera una piolada; nadie entendió algo tan básico como que prender pirotecnia en un lugar cerrado –o abierto, para el caso– era peligroso, como mínimo para los que estaban alrededor.

Nadie entendió nada. El miércoles 18 de febrero de este año, después del alud que arrasó con Tartagal, algunas bandas organizaron un recital benéfico en El Teatro de Colegiales. Pero hubo que suspenderlo porque la capacidad del lugar fue saturada y se desataron incidentes entre la gente y la policía. Otra vez la imagen de corridas, ambulancias y fanáticos –en el único mal sentido que tiene la palabra–, que gritaban que no se irían sin entrar. Nunca entendieron que cuando no hay más capacidad tienen que dar media vuelta e irse, que el fin era ayudar y que el rock podía demostrar que había entendido algo y que había madurado. Pero no entendieron, una vez más, y volvieron a demostrar una prepotencia que se pareció bastante a la que exhibieron los Callejeros todo este tiempo. Y algunos todavía no conciben que Chabán no haya suspendido el concierto la noche del 30 de diciembre de 2004. ¿Se imaginan cómo hubiera reaccionado el público?

En tiempos en los que el propio Gobierno hace del fútbol un derecho democrático, que compara goles con desaparecidos, todo se sigue vaciando de contenido, y parecemos estar condenados a vivir en una lógica futbolera que sólo busca sacar provecho a costa de la gente –el mismo norte de Callejeros–. Después nos preguntamos cuál es el caldo de cultivo que genera las “barras bravas del rock”, o a los que prendieron las candelas aquella noche, o a bandas como la de Fontanet; total, nada parece importa.

Pero la alegoría futbolera no tienen límites y fue llevada al extremo cuando un grupo de personas a las que parece calzarles la definición de descerebrados, festejaron la absolución de la banda por parte del tribunal en primera instancia, como si fueran ni más ni menos que goles. Está claro, no entendieron nada.

Nada

Sergio Marchi

Aunque cueste, habría que hacer un ejercicio de justicia con Callejeros. Es imposible sustraerse a la combinación nefasta entre la banda y la tragedia de Cromañón, una asociación que los perseguirá de por vida, pero habría que preguntarse: ¿cuál es el lugar de Callejeros en la historia del rock? Más allá de colocarles el cartelito de “tristemente célebres”, ciertas cuestiones sobre el rock argentino (mal llamado nacional, como si el mundo entero fuese argentino) quedarán sin interrogar si ese ejercicio no se lleva a cabo.

Callejeros es una banda que simboliza, quizá como ninguna, la encrucijada entre este tiempo, este país, y este rock que lo refleja fielmente en su propia carne. Hoy en su sitio, aparece un eslogan vago (“No olvidar, siempre resistir”), una dedicatoria lógica (“A los Invisibles por siempre”), y el resto es un foro donde los seguidores postean mensajes y se contestan. Callejeros no dice nada, no baja línea, no comunica, no propone: nada. Deja que sus seguidores armen un discurso en su nombre. De acuerdo, es simplemente un sitio (aunque en estas épocas un sitio es, un poco, una manera de darse a conocer), pero no deja de ser un síntoma: Callejeros fue el grupo que dejó hacer, siguiendo la doctrina que alguna vez impartió el Indio Solari desde un escenario: “Cada cual que cuide su propio culito”. No está mal apelar a la responsabilidad individual. Pero alguien que se sube a un escenario, mal que le pese, es un líder; y más presente deberá estar su liderazgo cuanto mayor sea la cantidad de personas que lo siguen. No se puede dejar hacer: hay que contener, hay que guiar, hay que brillar. Hay que iluminar. Y no con bengalas, precisamente.

Hubo otra gran tragedia del rock que aconteció en el Festival de Altamont, en diciembre de 1969, cuando los Hell’s Angels se encargaron de la seguridad de un festival gratuito cuyo número de cierre eran los Rolling Stones. Ahí el descontrol no corría por cuenta del público, sino que estaba a cargo de aquellos que debían “cuidarlos”. El documental Gimme Shelter muestra los vanos esfuerzos por encauzar la situación por parte de los músicos, lo que termina con Marty Balin, guitarrista del grupo psicodélico Jefferson Airplane, golpeado por un Hell’s Angel. Más tarde se lo verá a Mick Jagger, al principio conciliador y después más enérgico, exigiendo la calma que brillaba por su ausencia. No pudo evitar que un Hell’s Angel asesinara a Meredith Hunter, pero Jagger paró varias veces el show y le habló claramente a la gente. En Cromañón el único que habló claro, aunque con infortunio, fue Omar Chabán, cuando pidió que no prendieran más bengalas. Patricio Fontanet, voz y vocero del grupo, sobró la situación con una frase que parecía más de compromiso y dirigida a un público compuesto por chicos de salita de preescolar: “¿Se van a portar bien?”. Una frase que no iba a incomodar a la gente y que puede haber sido entendida como un guiño cómplice.

Eso no los convierte en asesinos. Pero muestra lo endeble de su liderazgo: Callejeros es una banda que gozaba de un éxito que le quedaba demasiado grande. No tenían la responsabilidad suficiente como para convocar a un estadio (tocaron en Obras), y menos a un lugar con las falencias de República Cromañón. Su estatura artística tampoco daba la medida para semejante legión de seguidores. Es cuestión de escuchar sus tres primeros discos: estaban en la fase de imitación. Buscaban una identidad copiando malamente a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Metían saxo en todos los temas, pero no sabían muy bien qué hacer con él, y ni siquiera parecían acertar con la afinación. Su música carecía (aún hoy carece) de arreglos y hasta de gracia melódica, armónica o rítmica. La pregunta es: ¿entonces por qué los seguía tanta gente? ¿Qué tenían de especiales?

La respuesta es: nada. Eso los hacía especiales: eran iguales al público que los seguía, o al menos se mostraban de esa manera. Callejeros corporizaba ese falso postulado punk de que “cualquiera puede hacerlo”. Componían canciones comunes para gente común con armonías comunes y, sobre todo, letras comunes. La inspiración no parecía ser un requisito necesario para un discurso “sincero”. “A pensar, a reaccionar, a relajar, a despotricar, a decir estupideces”, cantan los Callejeros desde “Distinto”, el tema que abrió su tercer disco, Rocanroles sin destino, el último que editaron antes de la tragedia de diciembre de 2004. “A consumirme, a incendiarme, a reír sin preocuparme, hoy vine hasta acá, a tapar mi ingenuidad con un poco más que sal”, continúan en la misma canción. Quitando las metáforas ígneas que hoy, con el resultado puesto, suenan casi indignantes, la letra de la canción refleja un estado de cosas de una buena porción del público seguidor de Callejeros: el descuido total como una forma de evasión o, peor, una forma de vida. Que es lo que llevó a lo que pasó en Cromañón.

Ese descuido, ese “dale que va”, ese “no pasa nada”, ese “correla que va en chancletas”, no es solamente el rock chabón, Callejeros o Cromañón: somos también nosotros. El “tapar la ingenuidad con un poco más que sal”, además de ser una pésima metáfora sobre la cocaína, es también el “tomo para olvidar”, tan tanguero y tan macho. Es el lugar donde la persona que toma precauciones se transforma en un cobarde que no sabe vivir o en un cagón que merece el desprecio colectivo. Es el argento enano y facho que todos llevamos dentro bajando línea de lo que no sabe. Ése es el caldero donde se cuece la noción de que está bueno tirar una bengala “total-no-pasa-nada”. Es el canchero que lleva el perro sin correa porque “el-animal-me-obedece”. Un buen día, al perro lo pisa un auto, y el animal pasa a ser el que manejaba. Eso es Argentina hoy. Y eso es Callejeros también: una banda que representa en su propuesta artística esa liviandad que confundimos con libertad. Callejeros: no incentivaron el uso de bengalas, tampoco dijeron nada al respecto. Siguen sin decir algo. Siguen sin tener nada qué decir. Ni siquiera: “Lo sentimos muchísimo”.

No resulta extraño entonces, que una buena mayoría del resto de sus colegas, abjure de Callejeros, que a través de sus fans, en sus foros, o en los festejos posteriores al fallo siguen intentando defenderse diciendo que “las bengalas no se prendían solamente en nuestros recitales”. Claro que no: buena parte del rock de los últimos tiempos se pareció demasiado al “dale que va”. Pero lo único bueno que podría surgir del desastre de República Cromañón ya ha sido escrito, es el aprendizaje de una durísima lección. Hubo muchos músicos de rock que recogieron ese guante y pararon el show apenas alguien encendió una bengala. Hay otros que siguen “dejando hacer” por no querer ser considerados “represores”.

Pete Townshend dijo en una célebre frase sobre el rock que “si grita pidiendo verdad en lugar de auxilio; si se compromete con un coraje que no está seguro de poseer; si se pone de pie para señalar algo que está mal pero no pide sangre para redimirlo, entonces es rock and roll”. Se trata del mismo hombre que cuando lo acusaron de “pedófilo”, le exigió a la policía que lo investigara. Y puso la cara ante la prensa para aclarar que le disgustaba la pornografía infantil en internet y que, sí, había usado tres o cuatro veces su tarjeta de crédito para acceder a sitios que la mostraban, porque estaba investigando sus propios traumas. Tenía la sensación de que habían abusado sexualmente de él cuando tenía seis o siete años, y buscaba respuestas. Mucho tiempo atrás, Townshend había compuesto una ópera sobre un chico que no veía, no escuchaba y no hablaba. Pero sentía como lo habían dejado solo con un primo que le pegaba, y con un tío que lo toqueteaba. Esa era la trama de Tommy. Y recién estaba entendiendo por qué había escrito eso. El cuento termina con Pete Townshend declarado inocente.

A diferencia de lo que pasó con Callejeros, los fans de The Who no salieron a festejar: confiaban en Townshend y se sintieron aliviados con el resultado. La diferencia es que Pete Townshend se hizo cargo, admitió su culpabilidad, pero jamás dejó de creer en su inocencia. Actuó como se supone que un verdadero rockero debe hacerlo: con valentía y sin victimizarse. Es obvio que hay tantas diferencias entre la Argentina y Gran Bretaña como las que hay entre el rock argentino y el inglés. Pero esas diferencias existieron siempre y eso no impidió el desarrollo de un modo argentino de hacer rock. Cuarenta años más tarde habría que preguntarse si el rock argentino debe aprender de su propia historia o si tiene que seguir imitando los peores defectos de un país cromañón.

25 agosto 2009

NOTICIAS DEL ROCK DAK 28/08/09


NOTICIAS EN GOTAS

PAMPA YAKUSA: Luego de tres discos de estudio y diez años de carrera, los Pampa tocan en La Trastienda y presentan su nuevo material: Naturaleza Revivir, que estará disponible en formato CD y DVD. // CHARLY 3: En el tramo final de su gira barrial Tour Not Dead, el trio presenta en sociedad su DVD Videos Not Dead. // CARAJO: Tras su gira por Córdoba y Rosario, y a la espera del cierre de los shows en Capital, el trio lanza oficialmente la versión audiovisual de Carne, corte de difusión de Inmundo. Empezó a rotar el miércoles, el 29 de agosto en el Estadio de la Asociación Atlética Argentinos Juniors, se presentaran en el marco del Resistance Tour y junto a Attaque 77, TTM, Shaila, Silicon Fly, Mal Pasar y Estoy Konfundida. Mientras tanto, Corvata, Andy y Tery siguen componiendo canciones para su próximo disco, el cuarto de la banda. // THE WAILERS: La excusa de los 30 años de edición de Exodus (disco señero en la historia musical de Bob Marley) se presenta perfecta para que The Wailers, su legendaria banda, llegue para tocar una vez más en suelo cordobés. Será el 18 de septiembre en la Vieja, con la participación de Fidel Nadal y DJ Lion Paines (Jamaica) como invitados. // LA MISSISSIPPI: El viernes Presento en Córdoba versiones 20 años + en la Ciudad de las artes. // EDU SCHMIDT: Eduardo Schmidt, además de cantar, toca el violín, charango, flauta traversa, guitarra, piano, etc etc. De amplia formación académica, tocó en innumerables agrupaciones de todos los estilos musicales, fue el cantante y principal compositor del grupo Arbol Hoy: tiene nuevo disco en su carrera solista que sale a mostrar en vivo bajo su propio nombre, pero con el funcionamiento de una banda de rock… Esta creando una productora de música… la idea es tener un lugar donde las nuevas bandas puedan grabar y darse a conocer …Para eso, pueden mandar su música a edudiscos@gmail... // D-MENTE: Termino el rodaje de su nuevo clip "Crei sin ver" pronto a estrenarse. Mientras la banda se encuentra haciendo los últimos ajustes de su disco de estudio, que contara con invitados sorpresa. GUILLERMO VADALA: El bajista, compositor y productor, presenta su segundo disco "Alumbramiento" el jueves 3 de septiembre en La trastienda // LOS TWIST: Con buen marco de publico, la mítica banda de Pipo Cipolatti se presento en El Teatro de Flores con un repertorio certero que incluyó canciones como Paco Camorra, La prima cosa bella (de Nicola Di Bari) y Vicente (canción incluida en "Cataratas Musicales"). BABASÓNICOS: Arranco por Córdoba y Rosario la gira "Mucho Mas", continúan por estos días con 9 shows por EEUU, para seguir luego recorriendo buena parte del continente americano. Los detalles de la gira se pueden seguir desde su web oficial.


VARGAS BLUES BAND: MOJO PROTECCIÓN

Por Osvaldo Falcon para lahitoriadelrock.com.ar

El nombre Javier Vargas tal vez no les suene muy conocido, este guitarrista de blues nacido en España, tiene en sus espaldas largos años como músico de sesión y guitarrista de grupos como la banda de Miguel Ríos, un prócer del rock Ibérico. Javier, inicio su inclinación por la música en nuestro país, si, fue en la mismísima Mar del Plata donde comenzó a tocar y armar sus primeros proyectos musicales. Amigo de los músicos del Trío Galleta, Tanguito, etc. Conoció La Cueva, tuvo trato con nuestros, hoy legendarios músicos de la primera hora del Rock Argentino. Casi lo podemos considerar una parte de nuestra historia musical.

Partió poco tiempo después hacia los EE.UU., que para cualquier guitarrista de blues que se precie es la meca de sus aspiraciones, donde fue fogueándose para su próxima etapa, ser el guitarrista de Miguel Ríos. Pero eso sucedería recién a principios de la década del ochenta una vez instalado nuevamente en España. Su etapa con Miguel Ríos finalizaría con el comienzo de la década de los noventa, momento en que Javier decide armar su propio proyecto al cual bautizo como Vargas Blues Band, el que lo acompaña desde entonces.

En este su último trabajo con la Vargas Blues Band llamado "Mojo Protección", Javier vuelve a mostrar su facilidad para el mix de estilos. En el CD encontraremos, por ejemplo, un blues que se podría denominar lisérgico o industrial, si el tema que da nombre al disco se sale de lo común en cuanto a los sonidos que uno asocia con el blues.

La guitarra de Javier es acompañada por samplers y distorsiones varias, todos los sonidos “extras” y programaciones fueron realizadas por el propio músico. Así logra darle un toque distinto a un estilo que en este nuevo siglo sigue vivito y coleando. En el resto de los temas del disco, que son de muy buena factura, nos encontraremos con toques de música Soul y Country que nos permite escuchar con que facilidad Javier se pasea por otros estilos, sin sonar forzado o fuera de lugar. Si esta en tus posibilidades, es un buen disco para gastarse algunos pesos y disfrutarlo por un largo tiempo, es lo bueno del blues, nunca pierde vigencia.


RATONES PARANOICOS

En su próximo recital, los Ratones Paranoicos entregarán en forma anticipada su nueva producción.

Los Ratones Paranoicos, la banda stone por excelencia de la Argentina, se presentará en La Trastienda Club el próximo 9 de septiembre y entregará en forma anticipada, a aquellos que asistan al show, la edición especial de su nuevo disco de estudio, que toma el nombre de la banda.

Grabado con la formación original de la banda (es decir, Juanse, Sarcófago, Pablo Memi y Roy), con invitados de lujo como Luis Alberto Spinetta, el trabajo significa el regreso a los estudios luego de media década.

En esta ocasión, los Ratones acudieron una vez más a los servicios del productor inglés Andrew Loog Oldham (ex manager de Rolling Stones)

Con fecha de lanzamiento anunciada para el 11 de septiembre, el trabajo ya cuenta con el corte de difusión "Sacrificio japonés". Canción que surge de la amistad entre Juanse y Luis Alberto Spinetta (invitado de lujo en el tema), que originalmente iba a ser incluida en el trabajo solista del primero (hasta que decidió que era una composición más acorde para la banda que para su nuevo proyecto).

Formado en 1986 como un grupo que para los especialistas imitaba a "sus majestades satánicas" The Rolling Stones, con los años el combo fue cobrando personalidad propia sin renunciar a su más clara influencia.

Con más de veinte trabajos discográficos llevados a cabo a lo largo de casi un cuarto de siglo, El 9 de septiembre, a las 21, Ratones Paranoicos se presentará en La Trastienda Club, donde obsequiarán a los asistentes la edición especial de su primer trabajo de estudio en cinco años.


KAPANGA ES TODOTERRENO

CRITICA DE SU NUEVO CD

Por Franco Pérez para Rock.com.ar

Kapanga acaba de sacar “Todoterreno”, su octavo disco. Pero no es el único estreno que viene del sur, en estos momentos se encuentran definiendo los detalles de su largometraje en los que aparecerán, entre otros, Ricardo Iorio y Pablo Lezcano. Una situación inédita para la escena del rock nacional: que una banda tenga su propia película.

"Todoterreno", KapangaSe sabe que con la banda de Quilmes la diversión está asegurada, y este nuevo trabajo no es la excepción. Esa mezcla de cuarteto, ska y rock –con unos estribillos ultrapegadizos- hace que cualquiera, hasta el más amargo de todos, mueva la patita y se ponga a bailar. Queda claro ya desde el comienzo en “Se va”, el tema que abre el disco: “El cuerpo está inquieto y da vueltas sin parar. Se desata una revolución dentro de mi organismo”. Le sigue “Solos en la puna”, un frenético ska en el que se refleja una mirada positiva de la vida y que llama a no desaprovecharla.

“Desperté” es un tema al mejor estilo Dancing Mood (de hecho, participa Ezequiel “Peri” Rodríguez en la armónica, invitado especial de la orquesta instrumental para interpretar esa mezcla de dub y reggae con una triste letra de amor). En este tipo de canciones es donde se demuestra la madurez musical de Kapanga, un grupo que cuenta con enormes talentos musicales –vale escuchar los solos de viola, teclados y bateria en vivo-, pero que a lo mejor se opaca un poco al tomarse la cosa tan en joda.

El cuarto tema es otro ska cuartetero con rock bien pesado que no da respiro: “El albañil”, uno que habla de la dura vida a la que están acostumbrados los trabajadores y los obreros de la ciudad. El escritor Eduardo Galeano en uno de sus cuentos en El libro de los abrazos también destacó la labor de los albañiles y dijo: al mundo no lo hizo Dios, sino que lo construyeron los albañiles. Inteligente conclusión. En quinto lugar se encuentra el corte difusión “Miro de atrás”, uno de los que ya fue presentado oficialmente el 24 de julio en el Teatro de Flores y del que está rotando un video por televisión.

Las baladas llegan, y sirven para bajar un cambio, con “Agua de Marte” y “Ruta”, donde Maikel pone su voz. Entre esos temas está el electrónico instrumental “La llamada” y la denunciante “Araceli”, dedicada a la bellísima González, pero sin abandonar el hilo de la letra encargada a pegarle a los que no colaboran en que pueda haber un mundo mejor y con menos problemas.

Para el cierre queda “Todoterreno” el que le da título al disco y que cuenta con el clásico estilo festivo kapanguero. Luego vienen las baladas “Mio” y “Deambulé”, una especie de candombe en el que se luce Maikel con un bello arpegio de guitarra. “Solo miro de atrás”, el tema instrumental que da el cierre a “Todoterreno” y deja a uno con ganas de más. Cuando las canciones y las melodías sirven para sacar una sonrisa y hacer bailar a cualquiera, uno no quiere que termine jamás, pero no queda otra.

El arranque hiperkinético del nuevo trabajo ya hace imaginar a uno en su mente los pogos que se vivirán en sus shows en vivo. Igual, a medida que avanza el disco, las baladas y los temas instrumentales sirven para bajar un poco las revoluciones y dejar al oyente con ganas de más. Ahora, lo que se espera con ansiedad es la película que están armando, y determinará el debut cinematográfico de Kapanga que, si sigue los mismos parámetros que los extras del DVD de “Kapangstock”, se puede afirmar que la diversión está asegurada.


LAS MANOS DE FILIPPI LE PUSO EL PECHO A LAS BALAS

Recién llegado de Honduras, Pecho, el trompetista de Las Manos, le contó al Sí! cómo fue la experiencia del festival del que particparon en Tegucigalpa, frente a 60.000 personas.

El sábado, Las Manos de Filippi arribó al aeropuerto de la capital hondureña con la precisa finalidad de sentar posición frente al derrocamiento del gobierno constitucional en el marco del festival político Voces Contra el Golpe, junto a artistas locales, guatemaltecos y nicaragüenses. "Apenas bajamos del avión nos rodearon militares e inmediatamente nos retiraron los pasaportes -contó Pecho -. Estábamos acompañados por dirigentes de la Federación Universitaria de Buenos Aires y fuimos recibidos por abogados de allá. Pero igualmente nos empezaron a interrogar sobre nuestras conversaciones arriba del avión: sabían todo lo que habíamos estado hablando. Nos sentíamos como con Videla".

Según Pecho, el recital fue "regrosso" y hubo alrededor de 60.000 personas. Pero el permanente acoso militar desde su llegada hasta su regreso a Buenos Aires tuvo su pico justamente cuando Las Manos estaba sobre el escenario. "Mientras tocábamos Hay que Matar Al Presidente, la transmisión en directo a través de la radio la TV se interrumpió porque explotó una bomba. También se cortó la emisión vía Internet, que nuestras familias estaban siguiendo desde acá. Imaginate el pánico de todos". Pese a semejante contexto, los organizadores pudieron lograr que el recital termine y que nadie salga lastimado. "Al final nos presentaron a la hija del presidente Zelaya, que estuvo participando del festival. Pero nosotros no fuimos a Honduras por Zelaya. Participamos para repudiar el golpe que no sólo fue para Honduras sino para toda América latina".


PIER LANZA SU SÉPTIMO DISCO

Fuente: rock24horas

Los hermanos Cerezo lo han hecho de nuevo. A partir de septiembre sacarán a la calle un nuevo trabajo, que se llamará Popular Mística y contó con la producción de un ex Héroes del Silencio. Contará con 11 canciones, que abarcan los mismos caminos que la banda viene atravezando: rock y cancionero popular.

Siete son ya los discos en la carrera de Pier. Criticados en sus comienzos, pero aceptados más tarde, lograron hacerse de un importante lugar en la movida del rock argentino. Apostando a la profundidad de las letras, el muy buen feeling con el público y sus tintes de rock duro, emparentado al rock and roll de cepa Rolling Stone, la banda de los hermanos Cerezo sigue adelante con su camino.

Ahora lanzan Popular Mística, que estará disponible en todas las disquerías a partir del 2 de septiembre. Unos días antes, el 29 de agosto, en Córdoba, lo tocarán por primera vez. Será en la localidad de San Francisco, donde se han convertido en una banda casi local. Este nuevo trabajo atravieza por los mismos pasajes que los anteriores. Apuesta a fortalecer el cancionero popular que ya tiene Pier.

Los hermanos Cerezo trabajaron durante todo el primer semestre de 2009 en la creación, grabación y producción de este nuevo álbum, que encuentra a la banda en su mejor momento y muestra una innegable evolución en todos lo sentidos. Fue grabado en Estudios Panda, y cuenta con 11 canciones de rock a lo Pier, pero que sorprenderán a todos por la carga de sus letras y lo profundo de su música. El disco fue producido por Agustín Cerezo y el español Copi (ex Héroes del Silencio), será editado y distribuido por DBN y el arte de tapa estuvo a cargo de la diseñadora Jimena Díaz Ferreira.

Aún no hay fecha para la presentación de Popular Mística en Buenos Aires, aunque no tardará en llegar. Pier la tiene clara de todas maneras. Quiere que su mística siga intacta y afianzarse cada vez más como una banda popular.


VUELVE EL QUILMES ROCK CORDOBES

El festival se hace en octubre en Córdoba y el cierre de una de las jornadas será de Los Fabulosos Cadillacs. Precio de entradas y programación.

Por cuarto año consecutivo, el Quilmes Rock tiene fecha en el calendario cordobés: será el viernes 2 y el sábado 3 de octubre, aunque esta vez el escenario se traslada al Orfeo Superdomo (el año pasado tuvo lugar en la cancha auxiliar del estadio Chateau Carreras).

Hasta el momento, la grilla confirmada habla de Los Fabulosos Cadillacs y Los Cafres para la primera jornada y un segundo día de line up uruguayo con el combo de La Vela Puerca y No Te Va Gustar.

Las entradas se venden desde el 1 de setiembre en Tiendas Vesta de Dinosaurio Mall (en los locales de Rodríguez del Busto, Ruta 20 y San Vicente) y los precios varían de acuerdo al día. Para el 2 de octubre son: pista $ 70; sector rojo $ 200, $ 160 y $ 100; sector azul $ 150, $ 100 y $ 60; sector verde $ 150, $ 100 y $ 60. En tanto que para el 3 de octubre costarán: pista $ 60; sector rojo $ 180, $ 140 y $ 100; sector azul $ 120; $ 80 y $ 50 y sector verde $ 120; $ 80 y $ 50.

Hasta el 30 de agosto, hay además una preventa exclusiva para clientes Citi con un 15 por ciento de descuento.