08 octubre 2011

SE CONMEMORA UN ANIVERSARIO MÁS DE LA MUERTE DEL "CHE" GUEVARA



Ernesto Guevara nació un 14 de junio de 1928 en la ciudad de Rosario de Santa Fe, se graduó en medicina en la UBA luego de haber realizado viajes aventurados por Sudamérica que motivarían la planificación de un “viaje extensivo” post-graduación, el cual acabaría por ser lo que cambiase el rumbo de su vida.

En ese viaje conoce a Raúl Castro que le comenta sus ideas políticas y lo contacta con Fidel, quien ya estaba exiliado en México luego de algunas revueltas en su Cuba natal. El “Che” se apasiona por aquellos ideales y pasa de ser médico del ejército revolucionario que encabezaba Fidel, a ser Comandante de aquel pelotón.

Fue uno de los artífices de la revolución cubana que desplomó del poder al dictador Batista, quien era apadrinado por el poder norteamericano. Además de ello, sus días terminaron por sepultarlo como un intelectual de influencias marxisistas y leninistas que murió predicando con hechos sus discursos: en plena revolución y lucha guerrillera en la selva boliviana.

Hoy banderas con su rostro se enarbolan en todos los rincones del mundo como referente de convicción y lucha idealista, de valores.

En una carta a uno de sus hijos antes de morir, el “Che” le destacaba como premisa: “Hijo mío, no es fácil vivir como se piensa, se trata sólo de que ninguna injusticia en el mundo se nos pase desapercibida”.

JULIO CORTÁZAR: CHE

Yo tuve un hermano.

No nos vinos nunca

pero no importaba.

Yo tuve un hermano

que iba por los montes

mientras yo dormía.

Lo quise a mi modo,

le tomé su voz

libre como el agua,

caminé de a ratos

cerca de su sombra.

No nos vimos nunca

pero no importaba,

mi hermano despierto

mientras yo dormía,

mi hermano mostrándome

detrás de la noche

su estrella elegida.

Nicolás Guillén: Che Comandante

No porque hayas caído

tu luz es menos alta.

Un caballo de fuego

sostiene tu escultura guerrillera

entre el viento y las nubes de la Sierra.

No por callado eres silencio.

Y no porque te quemen,

porque te disimulen bajo tierra,

porque te escondan

en cementerios, bosques, páramos,

van a impedir que te encontremos,

Che Comandante,

amigo.

Con sus dientes de júbilo

Norteamérica ríe. Mas de pronto

revuélvese en su lecho

de dólares. Se le cuaja

la risa en una máscara,

y tu gran cuerpo de metal

sube, se disemina

en las guerrillas como tábanos,

y tu ancho nombre herido por soldados

ilumina la noche americana

como una estrella súbita, caída

en medio de una orgía.

Tú lo sabías, Guevara,

pero no lo dijiste por modestia,

por no hablar de ti mismo,

Che Comandante,

amigo.

Estás en todas partes. En el indio

hecho de sueño y cobre. Y en el negro

revuelto en espumosa muchedumbre,

y en el ser petrolero y salitrero,

y en el terrible desamparo

de la banana, y en la gran pampa de las pieles,

y en el azúcar y en la sal y en los cafetos,

tú, móvil estatua de tu sangre como te derribaron,

vivo, como no te querían,

Che Comandante,

amigo.

Cuba te sabe de memoria. Rostro

de barbas que clarean. Y marfil

y aceituna en la piel de santo joven.

Firme la voz que ordena sin mandar,

que manda compañera, ordena amiga,

tierna y dura de jefe camarada.

Te vemos cada día ministro,

cada día soldado, cada día

gente llana y difícil

cada día.

Y puro como un niño

o como un hombre puro,

Che Comandante,

amigo.

Pasas en tu descolorido, roto, agujereado traje de campaña.

El de la selva, como antes

fue el de la Sierra. Semidesnudo

el poderoso pecho de fusil y palabra,

de ardiente vendaval y lenta rosa.

No hay descanso.

¡Salud, Guevara!

O mejor todavía desde el hondón americano:

Espéranos. Partiremos contigo. Queremos

morir para vivir como tú has muerto,

para vivir como tú vives,

Che Comandante,

amigo.

MARIO BENEDETTI: CHE 1997

Lo han cubierto/ de afiches de pancartas

de voces en los muros

de agravios retroactivos

de honores a destiempo

lo han transformado en pieza de consumo

en memoria trivial

en ayer sin retorno

en rabia embalsamada

han decidido usarlo como epílogo

como última thule de la inocencia vana

como añejo arquetipo de santo o satanás

y quizás han resuelto que la única forma

de desprenderse de él

o dejarlo al garete

es vaciarlo de lumbre

convertirlo en un héroe

de mármol o de yeso

y por lo tanto inmóvil

o mejor como mito

o silueta o fantasma

del pasado pisado

sin embargo los ojos incerrables del che

miran como si no pudieran no mirar

asombrados tal vez de que el mundo

no entienda que treinta años después sigue bregando dulce y tenaz por la dicha del hombre.

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